El médico
cubano Carlos J. Finlay descubrió a finales del siglo
XIX que el mosquito Aedes Aegyti era el trasmisor de la fiebre
amarilla. Con este hallazgo, el Dr. Finlay ayudó a
salvar millones de vidas en todo el mundo. |
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Carlos J. Finlay Salvó Millones de Vidas
Por ALEIDA
DURAN
Le llamaban con sorna "el hombre de los mosquitos", casi todos los
medicos estadounidenses durante la intervención norteamericana
en Cuba, se burlaban de él calificándolo de "maniático".
Pero a pesar de que aún hoy la verdad frecuentemente se escribe
confusa, la gloria de haber descubierto, y probado, que el mosquito
Culex era el único agente transmisor de la fiebre amarilla,
pertenece únicamente al Dr. Carlos Juan Finlay y Barres, nacido
en Cuba.
El Dr. Finlay, el más profundo e intenso investigador de la
fiebre amarilla, concluyó que entre un sujeto infectado y otro
sano, había un agente independiente que transmitía la
enfermedad. Católico practicante, le confió a un sacerdote
que una noche mientras rezaba el rosario, le llamó la atención
un mosquito zumbando a su alrededor. Entonces, dijo, se le ocurrió
investigar a los mosquitos.
Se estima que son entre 600 y 700 las variedades de
mosquitos. Con sus modestos medios él las sometió
a prueba y fue capaz de identificar al Culex o Aedes Egypti (se
le aplican también otros nombres). Más aun, descubrió
que era la hembra, ya fecundada de esa especie, la que transmitía
la enfermedad.
Sin nombrar al insecto porque aún no había
realizado las pruebas, habló de su hipótesis de un
agente transmisor en la Conferencia Internacional de Sanidad, celebrada
en Washington D.C. el 18 de febrero de 1881. Su declaración
fue recibida fríamente. Nadie formuló una sola pregunta.
De regreso a Cuba, en junio de 1881, hizo que
un mosquito Culex hembra, infectado, picase a un voluntario sano,
apto para reproducir experimentalmente la enfermedad. Repitió
la experiencia en otros 4 casos.
Volvió a repetir la prueba en otros 4 casos. Todos enfermaron
aunque él, conociendo cuáles eran las etapas más
y menos peligrosas, tuvo la precaución de no provocar casos
en los que la vida de los sujetos corriera peligro. Por el contrario,
descubrió también que el individuo picado una vez
por un mosquito infectado, quedaba inmunizado contra futuros ataques.
De allí nació la sueroterapia de la
fiebre amarilla: inyecciones subcutáneas de suero de individuos
inmunizados.
El 14 de agosto de ese año, ya comprobada su
hipótesis, presentó ante la Academia de Ciencias Médicas
de La Habana, su trabajo "El mosquito hipotéticamente considerado
como agente transmisor de la fiebre amarilla".
Cauteloso y modesto dijo "hipotéticamente",
aunque ya lo tenía todo comprobado. Todos sus hallazgos,
incluyendo las varias formas de la enfermedad, desde la benigna
y endémica, hasta la más grave, y la manera de producir
una vacuna para evitar el mal, quedó plasmado en aquel trabajo.
No se guardó nada para él.
Los miembros de la Academia no se atrevieron a rechazar
este hallazgo científico. Pero tampoco a emitir una opinión.
¿Ignorancia?, ¿inseguridad y miedo al ridículo?,¿envidia?
Quizás de todo un poco. El trabajo quedó
"sobre la mesa" para una revisión futura, la cual se prolongaría
por espacio de 20 años. Mientras tanto, millares de seres
humanos continuaban muriendo en Cuba (entre 200,000 y 300,000),
en Estados Unidos (medio millón de casos, 30,000 muertes),
en Brasil (20,000 muertes entre 1881 y 1883), en otros países.
Aunque el Dr. Finlay era conocido y admirado en México.
España, Rusia, Francia, Inglaterra, Alemania (hablaba español,
inglés, francés y alemán) por trabajos suyos
en publicaciones científicas, en revistas y periódicos,
tanto en su vida estudiantil de joven, como en su vida profesional,
tuvo que vencer variados obstáculos erigidos a propósito.
No había estudiado en España, sino en Francia y Estados
Unidos. Era "un advenedizo" en su propia patria.
En nombre de la parquedad, podría decirse con
respecto a sus investigaciones (cubrió una variada gama de
campos médicos) que el mundo científico en Cuba y
en Estados Unidos no estaba preparado aún para la grandeza
de Finlay ni para comprender sus descubrimientos y el enorme alcance
de éstos.
Estados Unidos envió en distintos tiempos cuatro
comisiones de estudio de la fiebre amarilla. Por razones de espacio
sólo se mencionará aquí la cuarta, conocida
como la U.S. Army Yellow Fever Commission, encabezada por el comandante
Dr. Walter Reed e integrada por el Dr. Jesse W. Lazear, el Dr. Lewis
Carroll, ambos militares, y el Dr. Arístides Agramonte, cubano
nacido en Camagüey, como el Dr. Finlay.
La comisión fue directamente a estudiar la
relación entre la fiebre amarilla y el bacilo de Saranelli,
que este médico italiano había reportado en Montevideo
en 1897 como causante de esa enfermedad. No había relación
alguna. Y la gente seguía muriendo. Investigaron otra teoría,
la flora intestinal. Tampoco. El tiempo pasaba. Los seres humanos
morían. Y las comisiones norteamericanas continuaban empecinadas
en ignorar la tesis de Finlay, más que comprobada por él.
El general Leonard Wood, gobernador de Cuba después
de la Guerra Hispano-Cubano Americana, pidió a la comisión
militar no abandonar Cuba sin probar la "teoría de Finlay".
Este había continuado estudiando, experimentando. Ya tenía104
casos probados.
El 1ro. de agosto de 1900, Finlay entregó en
La Habana a los médicos de la comisión, huevos del
mosquito Culex o Aedes, los expedientes de los 104 experimentos
que ya llevaba realizados. Les explicó cómo realizarlos
cuidadosamente. Ellos comenzaron su trabajo el día 11, pero
sin creer en los postulados de Finlay.
El Dr. Reed se fue a un congreso sanitario en Indianapolis,
el soldado William D. Sean y el Dr. Carroll se dejaron picar en
broma por mosquitos infectados. Ambos enfermaron con síntomas
de fiebre amarilla y ambos sobrevivieron. El 13 de septiembre el
Dr. Lazear, de 34 años, aplicaba mosquitos a voluntarios
cuando uno de los insectos infectados se le escapó y se posó
en su mano. El lo vio pero como no creía en lo que estaba
haciendo, se dejó picar. Murió de fiebre amarilla
el día 25. No se habían molestado en leer las instrucciones
de Finlay.
El Dr. Reed, quien ya llevaba un mes fuera de Cuba
sin ocuparse de la investigación, fue cablegrafiado. La "teoría"
del Dr. Finlay había quedado demostrada. En Estados Unidos
se inició inmediatamente una intensa campaña para
impedir que la gloria se la llevara el médico cubano. El
mejor candidato era el Dr. Reed. Este había experimentado
con el mosquito y había descubierto que era el transmisor
de la fiebre amarilla.
No pudieron. En México, Brasil, España,
Italia, Gran Bretaña, Alemania, Francia, sabían la
verdad y no se quedaron de brazos cruzados. Entonces la versión
cambió: el Dr. Reed había probado la "teoría"
del Dr. Finlay. A lo largo de 20 años éste había
inoculado 104 personas; la comisión solamente a 11. Reed
murió repentinamente de un ataque apendicular en 1902.
En La Habana, la Academia de Ciencias Médicas,
que durante 20 años había relegado el trabajo de Finlay,
a pesar de haber presentado éste numerosos trabajos posteriores,
ahora reclamaba "el honor de compartir la gloria con nuestro querido
miembro, el Dr. Carlos Finlay y Barres".
Menudeaban los homenajes al médico.
Por otra parte, el Dr. William Crawford Gorgas, médico
militar que había llevado a cabo una encomiable labor de
saneamiento en Santiago de Cuba, pero no había podido erradicar
la fiebre amarilla, fue nombrado Jefe Superior de Sanidad en La
Habana en diciembre de 1898.
Aunque no creía en la tesis de Finlay parece
haber sido un hombre recto y honesto: se lo decía sinceramente
a Finlay. Limpió La Habana, la saneó. Pero los casos
de fiebre amarilla aumentaban en lugar de disminuir. El no lo entendía.
Pidió a Finlay que le ayudara a conseguir médicos
cubanos familiarizados con la fiebre amarilla. Así se creó
la Comisión Cubana de la Fiebre Amarilla, la cual incluía
a Finlay, quien no podía convencer a Gorgas de aplicar sus
preceptos: guerra al mosquito y aislamiento de los enfermos.
La enfermedad continuaba avanzando. Cuando al fin
Gorgas decidió probar (después de la comisión
americana) la fiebre amarilla desapareció de la isla en sólo
7 meses.
Totalmente convencido, Gorgas aplicó los mismos
principios indicados por Finlay al ser enviado a sanear el Itsmo
de Panamá, en donde se construiría una de las más
grandes obras de ingeniería realizadas por el hombre: el
Canal de Panamá.
Había sido iniciativa de un grupo de hombres
de negocio franceses. El grupo fracasó y se fue en bancarrota.
El istmo era en esos días uno de los peores focos infecciosos
del mundo: fiebre amarilla, malaria, peste bubónica. Cuando
el gobierno de Estados Unidos adquirió el derecho en 1904
a construir el canal y a operarlo, comprendió que habría
que sanear la zona porque los obreros enfermaban, morían,
o simplemente rehusaban arriesgarse a trabajar allí.
Siguiendo los preceptos de Finlay, para 1906 Gorgas
había eliminado los mosquitos y con éstos, la fiebre
amarilla. El nivel de malaria se había reducido considerablemente
en 1913 y el 15 de agosto de 1914, con los principales trabajos
terminados, pasaba el primer barco, del Océano Atlántico
al Océano Pacífico a través del canal. Hasta
a la maravillosa obra del Canal de Panamá había llegado
la influencia del Dr. Carlos Finlay.
Esto no fue reconocido.
Una mentira o una verdad velada, repetida, acaba por
ser tomada como cierta. Publicaciones prestigiosas como "The Concise
Columbia Encyclopedia", tercera edición (1994), publicada
por Columbia University Press, dice que la comisión presidida
por Reed "probó la teoría" de Finlay.
La obra del Dr. Carlos Finaly fue una gran contribución
a la ciencia y a la humanidad.
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