
Durante mis 30 años de ejercicio periodístico, he conocido a muchos hombres y mujeres de negocio, desde líderes de cámaras de comercio y ejecutivos de corporaciones hasta propietarios de pequeñas empresas y profesionales que trabajan por cuenta propia. Con ellos aprendí que hay una diferencia enorme entre el espíritu empresarial y la codicia. El espíritu empresarial enriquece, genera progreso, crea empleos, suministra servicios e, inclusive, usa la riqueza para apoyar causas nobles. La codicia nos lleva a una cadena interminable de castigos. Es un boomerang que golpea la frente del que la padece y la de quienes lo rodean.
No conozco a ningún activista, por respetable que sea, que haya conseguido 500 millones de dólares para combatir la tuberculosis y 600 millones para los enfermos de sida. Esas cantidades las donó, de un jalón, Bill Gates solo. Es decir, además de haber sido uno de los protagonistas de la revolución informática más importante desde los días de la Edad de Piedra y ser uno de los hombres más ricos del mundo, Gates tuvo tiempo y voluntad para ayudar al prójimo. Por suerte, hay muchos Bill Gates. Pero, por otra parte, no conozco a ningún codicioso que tenga más prestigio que un activista respetable.
Estamos ante una crisis económica seria, muy seria. Una
pregunta que asalta a mucha gente es ésta. ¿Hay que
sufrir de niveles desmesurados de codicia, para dirigir una empresa con éxito?
La respuesta es un tajante no. Otra pregunta difícil de responder
es ésta. ¿Ciertos grupos de la clase empresarial de Estados
Unidos llegaron a un nivel de codicia tan tremendo que podría
poner en peligro seriamente la supervivencia del sistema? La respuesta
es sí. Como hemos visto durante esta crisis, la nueva clase empresarial
ha logrado cosas sorprendentes y espectaculares, como por ejemplo, premiar
el fracaso con bonos millonarios para ejecutivos que provocaron el caos.
En algunos casos, esos bonos millonarios salieron de los programas de
ayuda del gobierno, con dinero de los contribuyentes. Hay toda una teoría
sobre esa nueva clase empresarial. En primer lugar, se dice que esa clase
está formada por jóvenes empresarios que llegaron a la
cúspide con todo en sus manos, sin haber pasado por momentos terribles
como los que padecieron sus padres y abuelos, durante las dos guerras
mundiales y la peligrosa Guerra Fría, en la que se cuestionaba
la validez del capitalismo. Muchos de esos jóvenes no están
preocupados en lo más mínimo por la seguridad de su empresa,
mucho menos por la seguridad de su país. Sin dudas, están
poniendo en peligro la supervivencia del sistema. Por eso, miles de jóvenes
del lado opuesto, más sensibles a los temas sociales, están
invadiendo las calles en protesta contra los excesos del capitalismo,
y la reducción ya muy visible de la clase media de Estados Unidos.
Todo esto es un tanto aterrador, porque en este país el 70 por
ciento de la actividad económica depende del consumo. Sin empleo
y bienestar, no hay consumo. Si no hay consumo, no hay economía
ni riquezas. Si no hay economía ni riquezas, no hay capitalismo.
Estas líneas se escriben a sólo horas de que el gobierno
federal e instituciones independientes, dieran a conocer otra caída
en la confianza del consumidor de Estados Unidos, a finales de octubre
de 2011. Si la clase media se reduce al punto de llegar a niveles similares
a los del tercer mundo, en el que viven sólo ricos y pobres, esto
sería una señal terrible de que el sistema necesita terapia
intensiva.
Cuando se fabricaron los primeros Hummers, el legendario expresidente
de Chrysler, Lee Iacocca, ya
retirado, dijo que haber creado aquellos lujosos tanques de
guerra urbanos, era "la decisión más idiota" que había visto en la historia
de la empresa. De alguna manera, el Hummer se convirtió en todo un símbolo
de ese segmento lujurioso de la nueva clase empresarial.
El enemigo número uno de la economía de mercado, el filósofo alemán Karl Marx, pronosticó lo siguiente: "el capitalismo lleva dentro de sí el germen de su propia destrucción". El hecho de que el odiado fundador del comunismo sea el autor de esta frase, no es razón suficiente para desestimar su pronóstico. Lo que no explicó el viejo zorro, autor de El capital, es que desde mucho antes que él otros filósofos habían estudiado la destrucción de los sistemas. Y que, desde tiempos inmemoriales, todos los sistemas económicos han llevado dentro de sí el germen de su propia destrucción. Desafortunadamente, en las facultades de administración de empresas de Estados Unidos, se estudia muchísimo el marketing, las ventas, las fórmulas de gerencia, pero apenas se estudia la economía como tal. Es por eso que muchos líderes empresariales tienen alguna idea de cómo balancear un presupuesto, pero desconocen que antes del capitalismo existió otro sistema, conocido como feudalismo, y antes del feudalismo existió otro llamado esclavismo. Todos se derrumbaron para dar paso al capitalismo. Inclusive después del capitalismo, nació el comunismo. Y el comunismo se deshizo antes que el capitalismo, víctima de sus propias perversiones.
La codicia es una horrible perversión. Es una
manifestación
insensata del egoismo que destruye todo a su paso. La codicia siempre
ha sido uno de los grandes flagelos de la sociedad. Los empresarios inmigrantes
que viven en Estados Unidos porque sufrieron el derrumbe de sus sociedades,
a manos de revoluciones que destruyeron todo vestigio de riqueza, conocen
la sustancia de este predicamento. Las masas se volcaron en apoyo
a todo aquél que les prometió una vida diferente. En el
mundo hay muchos más
pobres que ricos, por esos los dictadores, los comunistas y los fascistas,
tienen tantas oportunidades a la hora de abrirse paso. ¿Llegará Estados
Unidos a ese punto algún día? Nadie lo desea. Pero para
evitarlo, hay que ponerle freno a la codicia. La vida del sistema, las
riquezas, el bienestar de la sociedad mediante la estabilidad económica,
la libertad y la supervivencia de las instituciones democráticas,
están en
juego.
(Hernández Cuéllar es director y editor de Contacto Magazine,
revista que fundó en julio de 1994 en Los Angeles, California. Ha
sido además redactor de la agencia EFE en La Habana, Cuba, San José,
Costa Rica, y Los Angeles, California, así como editor metropolitano
del diario La Opinión de Los Angeles e instructor de periodismo
de la Universidad de California en Los Angeles, UCLA --- Biografía).
COMENTARIOS:
Excelente análisis de la situación que vive Estados Unidos.
Es uno de los mejores artículos que he leído hasta ahora
sobre la codicia que corroe a muchos empresarios. Gracias Jesús
por tu claridad de pensamiento.
La pregunta ahora es si el capitalismo sobrevivirá tal como lo
conocemos o dará paso a otro sistema económico.
MARIA LUISA ARREDONDO
Directora, LatinoCalifornia.com
Muy bueno, de acuerdo en todo, Jesús. Te felicito. Un abrazo.
MANUEL GAYOL
Director de la página cultural PalabraAbierta.com.
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